maquinas con efecto encadenado
Supongo que habréis visto en alguna ocasión alguna máquina de efectos. Son prototipos que una vez se ponen en marcha van tirando fichas de dominó, desplazando bolas, abriendo puertas, encendiendo secadores de pelo... Hasta que se llega al punto final en el que algo vuela, se cae o se desintegra. La televisión las ha popularizado en algún programa, y mucha gente se dedica a construirlas por distracción, sin pensar en su contenido simbólico y en lo profundo de su planteamiento. Sigmund Karpovski, el famoso ingeniero polaco, lo plasmó en su máquina de transporte de dirigentes en la travesía del Vístula, con el resultado de muerte por ahogamiento. Pero su ejemplo quedó para la posteridad.
La máquina de efectos funciona mediante las sencillas leyes de la física. Una paciente acumulación de energía, ordenando el mundo de manera premeditada y simbólica para que sucedan cosas, hace que, finalmente, con un pequeño empujoncito, con un mínimo impulso, toda esa energía concentrada en la máquina se desencadene obteniendo el efecto deseado. Ese es el planteamiento de la Revolución Social Libertaria. No tiene más misterio.
He estado estudiando varias máquinas de efectos en internet, y me he quedado con dos modelos.
En el primero se ve a un grupo de alegres jóvenes varones tatuados en un bar a altas horas de la madrugada. A pesar de estar (me parece) bajo los efectos de algún tipo de sustancia, se dedican concienzudamente a colocar fichas y atar cordeles. La descripción es la siguiente. Derriban una primera ficha de dominó, que hace caer una larga fila de fichas, la última de ls cuales tiene una cerilla encendida, que al caer incendia un rastro de gasolina que corre por la barra (afortunadamente metálica, llamas de tres metros), que prende unos petardos, que quema un sedal que hace que bascule un martillo que rompe un tubo de cristal que hace caer un ladrillo, que mueve el mando de un futbolín de bolas y mete un gol. Se han pasado las horas preparando el engendro, aparentan pasárselo bien, casi montan un incendio rodeados de botellas de alcohol y sin que muera ninguno. Es decir: triunfo de la Revolución.
La segunda máquina de efectos encadenados es la de una anónima mujer de rostro hermético (aunque muy simpático), y voz un tanto nerviosa, que prepara un rastro de cerillas que llegan hasta un muñequito colgado de un cordel. Bajo el muñequito hay un montón de cerillas. Enciende una vela. La vela enciende la primera cerilla, el incendio llega hasta el final y se achicharra el muñequito. Las llamas prenden la alfombra, llamas de cuatro metros y hay gritos y un cubo de agua... No sé si el seguro pagará eso. Es una máquina de lo más simple, y de lo más educativa que he visto en mis largos años de pesquisas. Es decir: militante quemado.
Debéis tener en cuenta, que todo cuanto hacéis coloca una ficha en la máquina de efectos encadenados de vuestra militancia. Si vuestra intervención es nefasta, no importa que sea poca cosa. Esa energía negativa se acumula y se une a todas las intervenciones nefastas de más gente, hasta que llega un día en que estalla el invento por una pijada. Ese día no te quejes: esas reuniones capaces de volver loco al más pintado, llenas de reproches inauditos que hacen temblar a las rocas, las habréis preparado minuciosamente de cara a vuestra propia destrucción.
Pero si vuestras intervenciones son inteligentes, son decididas y acertadas, estaréis colocando las piezas necesarias de la Máquina de Efectos Encadenados de la Revolución Social Libertaria. Hace falta trabajo, tiempo, paciencia y energía. Pero ya que empleas tu fuerza, que sea en algo útil. Es decir: toma tu decisión, ocupa tu puesto y apoya a los compañeros. O sea: ¡que no jodas la marrana!
Si la puerta no se abre, levanta la casa. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
Supongo que habréis visto en alguna ocasión alguna máquina de efectos. Son prototipos que una vez se ponen en marcha van tirando fichas de dominó, desplazando bolas, abriendo puertas, encendiendo secadores de pelo... Hasta que se llega al punto final en el que algo vuela, se cae o se desintegra. La televisión las ha popularizado en algún programa, y mucha gente se dedica a construirlas por distracción, sin pensar en su contenido simbólico y en lo profundo de su planteamiento. Sigmund Karpovski, el famoso ingeniero polaco, lo plasmó en su máquina de transporte de dirigentes en la travesía del Vístula, con el resultado de muerte por ahogamiento. Pero su ejemplo quedó para la posteridad.
La máquina de efectos funciona mediante las sencillas leyes de la física. Una paciente acumulación de energía, ordenando el mundo de manera premeditada y simbólica para que sucedan cosas, hace que, finalmente, con un pequeño empujoncito, con un mínimo impulso, toda esa energía concentrada en la máquina se desencadene obteniendo el efecto deseado. Ese es el planteamiento de la Revolución Social Libertaria. No tiene más misterio.
He estado estudiando varias máquinas de efectos en internet, y me he quedado con dos modelos.
En el primero se ve a un grupo de alegres jóvenes varones tatuados en un bar a altas horas de la madrugada. A pesar de estar (me parece) bajo los efectos de algún tipo de sustancia, se dedican concienzudamente a colocar fichas y atar cordeles. La descripción es la siguiente. Derriban una primera ficha de dominó, que hace caer una larga fila de fichas, la última de ls cuales tiene una cerilla encendida, que al caer incendia un rastro de gasolina que corre por la barra (afortunadamente metálica, llamas de tres metros), que prende unos petardos, que quema un sedal que hace que bascule un martillo que rompe un tubo de cristal que hace caer un ladrillo, que mueve el mando de un futbolín de bolas y mete un gol. Se han pasado las horas preparando el engendro, aparentan pasárselo bien, casi montan un incendio rodeados de botellas de alcohol y sin que muera ninguno. Es decir: triunfo de la Revolución.
La segunda máquina de efectos encadenados es la de una anónima mujer de rostro hermético (aunque muy simpático), y voz un tanto nerviosa, que prepara un rastro de cerillas que llegan hasta un muñequito colgado de un cordel. Bajo el muñequito hay un montón de cerillas. Enciende una vela. La vela enciende la primera cerilla, el incendio llega hasta el final y se achicharra el muñequito. Las llamas prenden la alfombra, llamas de cuatro metros y hay gritos y un cubo de agua... No sé si el seguro pagará eso. Es una máquina de lo más simple, y de lo más educativa que he visto en mis largos años de pesquisas. Es decir: militante quemado.
Debéis tener en cuenta, que todo cuanto hacéis coloca una ficha en la máquina de efectos encadenados de vuestra militancia. Si vuestra intervención es nefasta, no importa que sea poca cosa. Esa energía negativa se acumula y se une a todas las intervenciones nefastas de más gente, hasta que llega un día en que estalla el invento por una pijada. Ese día no te quejes: esas reuniones capaces de volver loco al más pintado, llenas de reproches inauditos que hacen temblar a las rocas, las habréis preparado minuciosamente de cara a vuestra propia destrucción.
Pero si vuestras intervenciones son inteligentes, son decididas y acertadas, estaréis colocando las piezas necesarias de la Máquina de Efectos Encadenados de la Revolución Social Libertaria. Hace falta trabajo, tiempo, paciencia y energía. Pero ya que empleas tu fuerza, que sea en algo útil. Es decir: toma tu decisión, ocupa tu puesto y apoya a los compañeros. O sea: ¡que no jodas la marrana!
Si la puerta no se abre, levanta la casa. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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